jueves, 26 de febrero de 2009

¿POR QUÉ ESTUDIAR ECONOMÍA?



Estoy sorprendido. Los economistas están en alta. Llevo años en la profesión vinculada al mundo académico y hace un buen rato que no veía tantos jóvenes queriendo ser economistas. Algunos de ellos y muchos padres preocupados con el futuro de sus retoños me abordan en búsqueda de información sobre el porvenir laboral de un economista en la actualidad. Al parecer la epidemia voca- cional está vinculada al hecho que la economía boliviana está viviendo, a pesar de la crisis política, un muy buen momento. ¿Por qué un joven bachiller debería sumergirse en las aguas de la oferta y la demanda?

Sólo puedo responder desde mi experiencia. Creo que decidí estudiar economía para desvendar un profundo misterio que atormentó mi ya lejana infancia y porque quería, como todo buen joven de los años setentas con un 35 por ciento de hippie, cambiar el mundo. Comencemos con la historia menos glamorosa. Pasé una buena parte de mi infancia y primera adolescencia en Villazón, ciudad fronteriza. En mi casa frente a la estación del tren, con cierta frecuencia se producían cambios bruscos en la geografía alimenticia de mi mesa. En ciertas épocas, no faltaban el dulce de leche Sancor, un buen bife de chorizo de carne argentina y el vino Toro, cuya consigna era ¡“si vino al mundo y no toma vino, ¿a qué vino?”, que se me permitía beberlo muy aguado con agua de sifón, era como una chicha morada algo más amarga. Pero de la noche a la mañana, desaparecían estos productos y surgían el dulce de membrillo de doña Hortencia, una carne altiplánica dura, que dio origen al famoso bife a la James Bond, (frío, duro y con nervios de acero) y el vino chapaco, que no estaba nada mal. En mi mocedad estas transformaciones de mi mesa me parecían actos de magia. Mis padres respondían a mis inquietudes con más misterios, son cosas de la economía, me decían. Así que al salir bachiller, decidí indagar de qué se trataban esas cosas de la economía. En materias como microeconomía y economía internacional descubrí que los cambios intempestivos en el menú de mi hogar eran resultado de las fluctuaciones del tipo de cambio.

El asunto de cambiar el mundo me llevó a la economía inspirado en mis precoces lecturas de Marx, quien sostiene que la política es economía concentrada. Toda esta historia para decir a los jóvenes que quieren enfrentar los caminos de la economía que creo que se requiere inquietud intelectual, casi obsesiva, sobre los recovecos de la profesión y una fuerte convicción de que se puede cambiar el mundo, desde la actividad que realizará en buena parte de la vida.

Una información útil a la hora de decidir si se estudia economía es saber la diferencia entre macroeconomía y microeconomía. No vaya a pensar que macroeconomista es un economista de gran tamaño físico, al quien los periodistas buscan para opinar. Ni tampoco que un

microeconomista es un chatito devoto del Ekeko, que es algo aburrido aunque puede ser más útil a la hora de ayudar a dirigir una empresa o recomendar una inversión. La macroeconomía busca responder a preguntas como: ¿Cuáles son las causas del desempleo? ¿Por qué existe inflación y cómo se la puede controlar? ¿Cuáles son los misterios del crecimiento y la creación de riqueza? ¿Por qué existe concentración de riqueza y cómo se mejora la distribución del ingreso? Para tener una idea por dónde vienen las respuestas a estas interrogantes, recomiendo el libro de Macroeconomía de Gregory Mankiw. El

campo de trabajo de un macroeconomista está vinculado al Gobierno. Ministerio de Hacienda, de Planificación, Banco Central, y otras unidades técnicas de la administración pública. En menor proporción existen macroeconomistas que trabajan en el sector privado, especialmente en los bancos.

La microeconomía busca entender el comportamiento de actores económicos individuales. A saber: consumidores, productores, trabajadores e inversionistas. Cada uno de ellos actúan en un mercado, por lo tanto, también se debe indagar sobre la lógica que explica el funcionamiento de los mercados. Las preguntas más comunes son: ¿Qué es lo que mueve a los consumidores y empresas?, ¿cómo se distribuye el excedente económico entre estos diversos actores?, ¿qué rol juega el mercado y/o el estado en la asignación de los recursos escasos de una economía? Un libro muy útil, que puede ayudar a un joven pretendiente de la teoría económica, es la Microeconomía del Amor de David de Ugarte, que se lo puede encontrar en la internet. El mercado laboral de un microeconomista puede estar tanto en el sector empresarial como en el público.

Para terminar presentemos cinco razones para estudiar economía. 1) Los economistas pueden ser muy peligrosos, tanto cuando usan sus manos invisibles como cuando meten la pata del Estado. Son como los gatos, siempre cae bien parados. 2) Cuando un economista está en la fila de los desempleados, por lo menos sabe por qué está haciendo cola. 3) Aunque la ética enseña que la virtud tiene su propia recompensa, la economía enseña que la recompensa tiene su propia virtud. 4) Cuando un economista está pasado de copas, puede justificar su estado diciendo que apenas está investigando la ley de la utilidad marginal decreciente. 5) Finalmente, cabe recordar que Mick Jagger y Arnold Schwarzenegger estudiaron economía y vean en qué se convirtieron. No pierda la esperanza.

*Gonzalo Chávez
es economista.
chavezbol@hotmail.com